La farándula futbolística mexicana una vez más ha demostrado que el alboroto mediático puede eclipsar la realidad en el terreno de juego. Mientras que Marcelo Flores, un joven mexicano proveniente del Arsenal Sub-21, ha sido aclamado como el futuro brillante del club Tigres, la historia reciente nos dice que la fama prematura puede resultar en desilusiones catastróficas, como el caso de Diego Lainez.
El fichaje de Flores, aunque parece ser una adquisición astuta, plantea cuestionamientos legítimos. ¿Está realmente a la altura de las expectativas o solo es otro producto de la máquina publicitaria? Se habla de un joven que tenía potencial en Europa, pero, ¿por qué regresa tan pronto? ¿Acaso sus habilidades no fueron lo suficientemente buenas para el exigente fútbol europeo?
Por otro lado, el regreso de Diego Lainez, un jugador que alguna vez fue considerado el futuro de México, ha sido una completa y total desilusión. A pesar de todos los titulares y el caos que causó su llegada, Lainez ha sido una sombra en la cancha. No se puede confiar en un jugador que no ha logrado impresionar a ninguno de los tres entrenadores que han dirigido a Tigres en una sola temporada.
El desempeño de Lainez en el Viejo Continente fue mediocre, y ahora, en la Liga MX, parece que sigue el mismo patrón. Un jugador que no aporta al marcador es, simplemente, un lastre para su equipo. Es claro que las estrellas pasadas no siempre brillan en el presente.
Y, por si fuera poco, Lainez y su retórica defensiva en las entrevistas solo añaden insulto a la herida. Celebrar un campeonato no borra el hecho de que ha sido un jugador periférico en el equipo. Las proclamaciones de «fracasado» son prematuras, pero es evidente que hay un gran espacio entre la percepción pública de Lainez y su rendimiento real.
El fútbol mexicano necesita trascender más allá de los titulares y las adquisiciones mediáticas. Es hora de que los clubes inviertan en talento real y sustancia en lugar de solo nombres.
Escrito por: Emiliano Reyna
